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A mediados del mes de abril del año en curso, en el Taller de Activismo y Arte Feminista (TAAF), convocado por Mónica Mayer, comenzamos a trabajar sobre las maternidades con el horizonte a realizar una manifestación callejera para interpelar a la institución patriarcal llamada: Madre. En el TAAF, como feministas y artistas, teníamos muchas críticas, reivindicaciones, rabias, experiencias, deseos, abortos, entre muchos otros, padeceres y sentires con respecto a la maternidad. Por lo cual, resumir todo en una sola consigna no fue tarea fácil pero salió una voz lumbrera que lanzó el concepto “maternidad secuestrada” y coincidimos que nos daba para hablar de los diversos problemas sociales, legales y culturales en torno a la maternidad. Como buenas tejedoras de rebeldías urdimos en varias redes para llevar a cabo este proceso/evento/protesta[1]. Las acciones comenzaron con la idea de reunirse a conversar sobre el tema con nuestras/os afines. Cada encuentro se realizó con una especificidad convocante a partir de las diferentes posturas que en el grupo se expresaban en torno a la maternidad. Mónica Mayer organizó una cena con mujeres activistas. Liliana Marín invitó a sus alumnas a un desayuno para discutir sobre la problemática. Lizet Gamboa se reunió con sus amigas que querían postergar la maternidad por diferentes razones. Josefina Alcázar invitó a mujeres de su familia y vecinas para conversar sobre sus experiencias con respecto a la maternidad. Mirna Roldán le brindó un spa a su madre. Elizabeth Casasola realizó un encuentro físico y virtual con amigas y compañeros(as) de su universidad y yo, Julia Antivilo, convoqué a la cena que llamamos de las Madrescombros[2], que reunía a las que no queremos ser madres biológicas, pero sin embargo e ironizando, con nuestras experiencias del cuidado de las y los otros/as, nos hemos hecho y/o hacemos cargo de los escombros de las maternidades, vale decir de las y los desamparada/as, las y los en situación de abandono, personas cercanas o lejanos, llámense sobrinas/os, hijas/os de amigos/as, abuelas/os, madres, padres, hermana/os, parejas adoptadas como que fueran hijos, la extensión familiar llamadas mascotas y cuanto desvalido/a vamos encontrando a nuestro paso.

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Foto Mónica Mayer

La cena se partió con la discusión planteada por una de las comensales que se preguntaba si es posible reivindicar los mismos derechos (para las que no quisiéramos ser madres) que obtienen las mujeres que por maternidad poseen mayor plazo para cumplir con tareas académicas, como por ejemplo, al enfrentarse con el proceso de parir una tesis. Algo así como pedir un pre o posnatal (no estando embarazada biológicamente pero si haciendo carne lo embarazoso del devenir tesista) con el propósito de que se extienda el plazo para cumplir con esa tarea. Cuestionamiento que casi unánimemente fue respondido, a través, del certero argumento que ambas experiencias no pueden ser comparadas, ya que, por mucho que nos conmueva o remueva sentimientos encontrados una tesis es un proceso que termina, sin embargo la maternidad no, y si involucra mucho más trabajo ser madre intelectual que ser intelectual sin hijos/as.

La otra línea que continuó la conversación fue a la crítica de la familia heteroparental y la no conciencia que a fuerza, por nuestras opciones sexuales diversas, hemos transformado a esta institución en queer, lo quieran o no. Sin embargo, y a raíz de esta misma constatación nos surgió otra de pregunta que discurrió entre plato y bebidas, entonces ¿por qué las relaciones afectivas y el cuidado a las y los otros/as no las podemos disociar de los imaginarios de la maternidad? Vimos que era en parte porque se daba por hecho que las mujeres y hombre gays éramos vistas como las cuidadoras, a pesar de no querer la opción de lo maternal. Vimos desde ahí se materializaba otro acto de secuestro de la maternidad; el cuidado del otro/a.

Coincidimos que el desprogramamiento de la heteronormatividad es mucho más complejo que negarse a la obligatoriedad maternal, más que asumir una sexualidad disidente y no reproductiva y más que sólo ayudar en parte a la crianza de niñas/os o ayudar a los más viejos, o las/los abandonados/as. Pero a pesar de todo lo complejo y las contradicciones que aparecían en nuestras vivencias de Madrescombros, la conversación nos hizo cuestionarnos las prácticas del cuidado del otra/o como reales políticas solidarias de deconstrucción de otra forma de afectarse con las/os demás.

De esta cena salió la necesidad de volvernos a reunir con el fin de performatizar nuestras experiencias críticas con el propósito de presentarla el día 11 de mayo en la Protesta del Día Siguiente. La manifestación pública fue la idea para culminar este proceso que comenzó en la discusión desde lo privado y pasó a lo público como ejercicio político feminista que más que cerrar, todo el proceso de investigación-acción performativa, dejó abierto un espacio para la reflexión y acción en torno a las maternidades y el cuestionamiento de la celebración del Día de la Madre que, particularmente en México, es casi un día libre para las madres que trabajan fuera y dentro de la casa.

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Foto Abril Castro

Las autodefinidas Madrescombros, realizamos una acción al ritmo de la irreverente canción llamada A la Madre, de la cantante pop mexicana Gloria Trevi[3], tema musical que ironiza con la Madre, pero a partir de las diferentes connotaciones que adquiere el término, siendo utilizado como unos de los garabatos más comunes en México. A pesar de ser un país donde la madre es una institución fundacional de la mexicanidad (construida entre la madre y el macho), paradójicamente también es una expresión que verbaliza desprecio, violencia, desvaloración y/o desprecio de algunos actos, pues frases tales; me vale madre o la reacción intimidatoria si te avientan la madre o te mandan a chingar a tu madre, si algo es muy bueno es de poca madre, pues si es excelente, es padrísimo. Todos estos dichos nos reafirman esta contradictoria connotación que cae sobre el vocablo madre.

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Foto Guadalupe Trejo

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 Foto Guadalupe Trejo

La acción de las Madrescombros la constituyó un ácida crítica a la iglesia católica por ser una de las responsables principales a través de su pacata moral, el de inculcar el marianismo como único modelo de maternidad. Por ello, lo encarnamos en dos monjas embarazadas que junto a un par de madres híbridas bailaban y se daban de panzazos en los estribillos de la insolente canción. Varias espectadoras se sumaron al baile que terminó, al concluir la canción, con la acción de mi autorrepresentación como Sor Ruda, al reventar los globos-panzas de las desatadas Madrescombros. Para finalizar me provoqué un autoaborto. Los “abortos” fueron provocados con un arma punzante que ocultaba, en el rosario que llevaba que, en vez de cruz tenía un dildo. Los globos, que simulaban ser panzas de embarazo, estaban rellenos de agua de jamaica, que tiene un color rojo sangre intenso, junto con la flor, lo cual dejó manchado el corazón del centro histórico de la Ciudad de México.

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Foto Guadalupe Trejo

      Subvertir la maternidad legada a través del marianismo que impone el sacrificio, la incondicionalidad y una larga historia de sufrimientos y ensalzamiento de un dejarse a sí mismas por todos los demás, fue uno de los motores que nos movió para denunciar y desfilar con nuestras diferentes experiencias de secuestros patriarcales. ¡¡¡NO A LAS MATERNIDADES SECUESTRADAS!!!

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Foto Yuruen Lerma



[1] Espacio aún vigente que puede verse en el grupo de facebook llamado Una maternidad secuestrada es lo pueden revisar en https://www.facebook.com/groups/356521264408929/

[2] Las Madrescombros somos Abril Castro, Felipe Zuñiga, Helena López, Liliana Marín, Susana Vargas y yo, cabe mencionar que en la discusión también participó Mónica Mayer que dinamizó nuestros cuestionamientos con sus comentarios, y también estuvo Víctor Lerma que grabó el encuentro. En la segunda reunión para definir la acción se integró Lyliana Chávez. Finalmente las que performamos el día de la Protesta del día después, no fueron todas. Las bailarinas madres híbridas fueron: Abril y Lyliana, y las monjas Sor Rita y Sor Ruda; Helena, Sara Minter que se integró espontáneamnte y yo.