Luis Echeverría no es un personaje que aparezca mucho en el archivo de Pinto mi Raya, aunque era el presidente cuando Víctor y yo estudiamos en San Carlos e iniciamos nuestro trabajo artístico y por lo tanto nuestro archivo. Eso sí, todavía recuerdo muchos chistes de la época.
Sin embargo, me he encontrado dos objetos relacionados con él en nuestro archivo.
El primero es una carterita de cerillos de la propaganda política que utilizó en su campaña presidencial con la famosa frase “arriba y adelante”. Me la encontré en la colección de cerillos que reunió mi papá en sus múltiples viajes durante años y que hoy está arriba de uno de nuestros libreros porque él quería tirarlos y yo le dije que los guardaba. No sé para qué los coleccionó y menos para qué los guardo yo. Lo único que sé es que no he podido deshacerme ni de estas dos peceras ni de los diarios de viaje de mi tía Beatrice que, aunque son bastante aburridos y sólo registran cuando estuvo en qué lugar, representan su vida.
Los cerillos y los diarios
El segundo objeto sobre Echeverría es una fotografía de la fiesta de quince años de mi mamá. Según las leyendas familiares, el tristemente célebre político fue uno de sus chambelanes. Eran amigos porque vivían por la misma colonia. Supongo que está en la foto, pero yo no lo puedo identificar.
En el centro mi mamá y detrás de ella mis abuelos.
Aunque no creo que la amistad entre ellos haya sido cercana, sé que alguna vez de niña fuimos a visitar a los Echeverría a su casa. Vagamente recuerdo un terreno amplio –seguramente en San Jerónimo- y que criaban animales.
También recuerdo que una tarde regresando de Cuernavaca, a finales de los sesentas, paramos a comprar pan en La Luna y los encabezados del periódico decían que iban a fusilar a Carlos Jurado en Guatemala. La angustia nos invadió a todos: el queridísimo maestro Jurado le dio clases de pintura a domicilio a mi mamá durante algún tiempo. Iba al Pedregal a darle clases. La veo a ella pintando un árbol seco de gran formato, de 2.50 x 1.50 metros que nunca terminó y a ambos discutiendo de política. En casa de mis padres siempre se habló con gran cariño tanto de Carlos como de su esposa Chichai y heredé ese sentimiento.
Al día siguiente mi mamá se fue a buscar a un amigo de la infancia que en aquel entonces debe haber sido Secretario de Gobernación para interceder por el otro a quien acusaban de guerrillero. Mucha gente se movilizó y afortunadamente no lo fusilaron.
