En una próxima entrada les platicaré del taller que di en Nagoya para hacer El Tendedero que formó parte de la Trienal de Aichi, pero antes les dejo la traducción de las palabras sobre su experiencia que escribió Momo Ikemoto, una de las participantes quien ha seguido reactivando la pieza desde entonces, el 3 de junio de 2019 en FB. Agradezco infinitamente la generosa traducción de Mai Yamaguchi.
(¡Advertencia! Texto largo que requiere tiempo para leer)
Recientemente estuve durante 4 días en el taller de la artista feminista mexicana Mónica Mayer. Mónica es una artista feminista que cuenta con una trayectoria de más de 40 años y que se ha desarrollado a través de diversas actividades en todo el mundo.
Al principio me había resignado a asistir al taller por cuestiones de tiempo, pero cuando escuché la conferencia del primer día, pensé “esto es otro nivel”, por lo que decidí tomar el taller completo. ¡Fue impresionante! Fueron 4 días deliciosos (sólo pude participar 3 días, pero no importa, a pesar de no poder estar presente, mi mente estaba allí).
En primer lugar, nunca había pensado tan intensamente en el tema que tocó, el "acoso". Escuchar tantos casos en diferentes países me hizo reflexionar mucho y a la vez me confundió.
En mi opinión, Mónica enfatizó en su taller el cómo poder contactar la experiencia de ser oprimido o restringido por alguien. La importancia de recordar el daño al escuchar la experiencia de la víctima, así como estar cerca de la víctima. Nunca culpar a la víctima por la situación que enfrentó, ni atacar directamente al perpetrador.
Se debe de reflexionar profundamente acerca de las preguntas que faciliten contar la historia de su experiencia, para poder imaginar qué pensará y qué reacciones tendrán los espectadores.
También aprendí sobre las experiencias que tuvo en sus exhibiciones y cómo fue desarrollando diversos conceptos.
Su obra invita al intercambio de distintos puntos de vista de muchas personas sobre sucesos que aparentemente no podrían cambiarse por medio del arte o a expresar el deseo de cómo a una persona le hubiera gustado experimentar algo y sanar experiencias del pasado para poder avanzar hacia el futuro. Siento que lo que me enseñó en este taller fue la importancia de establecer todos estos puntos por medio de una obra de arte.
Al principio me preguntaba, “¿cómo voy asistir únicamente al taller sin ver las obras?", pero a través del taller, comprendí que el taller en sí es la obra y que funge como un puente de comunicación. Es un acto de performance que se le ha confiado, es un arte social cooperativo. No sólo es una obra que funciona como un puente que transmite un mensaje sino que esta experiencia me permitió comprender que para ella lo más importante es la conexión que se va creando entre las personas que se encuentran en este taller.
Incluso podría decir que aunque no se hubiera hecho el tendedero, su labor como artista está terminada.
En estos últimos años, el arte participativo, el arte social comprometido y el arte social cooperativo han atraído la atención del público. Y realmente me alegré de que el taller de Mónica fuera mi primer acercamiento a esta experiencia.
¡Les digo que ella es maravillosa!
Desde mi prejuicio, tenía la imagen de que las feministas eran fuertes, inteligentes y elocuentes, aunque refutan sobre todos los temas. Pero me impactó su infinita amabilidad, su gran sentido del humor y su alegría. Nos dijo "Yo solía ser de esa forma, pero uno se cansa de ser así todo el tiempo, creo que es mejor divertirse”
También compartió lo siguiente, “Como artista quiero cambiar la sociedad a través del arte, y soy consciente de que hay varias capas en la sociedad, pero cuando se hacen conscientes cosas cercanas de nuestro entorno, y esto se va sumando puede generar grandes movimientos” por ello, también dijo que ella no impone su punto de vista, y sabe que no hay una sola respuesta, lo que ella comparte es una de tantas opiniones.
Me impresionó su gran técnica para guiar el encuentro y dar consejos adecuados cuando parecía que algo se atoraba o no fluía bien. Me asombró la capacidad que tiene de transmitir su experiencia y conocimiento con tanta amabilidad, enseñándonos que lo más importante al ser activista es el cuidado de las personas involucradas, lo importante es protegernos y cuidarnos. ¡No creo que sea fácil poder encontrar formas de hacerme sentir tan feliz en un taller!
¡Me abrió los ojos al entender que lo más importante es el cuidado de uno mismo! Les comparto que también me enteré de que en los trabajos anteriores de Mónica tenían un terapeuta que estaba al pendiente de los cuidados de los participantes.
Al hacer el trabajo de campo, todos usamos el mismo delantal (¡rosa!) Y me hizo darme cuenta de la importancia de la pertenencia a un grupo, así como de la presión por parte de los grupos (pude sentir al mismo tiempo las diferencias que hay entre las minorías y la mayoría).
Algunas personas se sentían heridas por preguntas que no tenían intención de ser complicadas o al escuchar la palabra acoso. Pero la gente se calmaba al escuchar que Mónica decía : "Esta es sólo una historia que alguien ha experimentado, no es para culpar a alguien. Nadie te culpa a ti, es sólo una experiencia” También me enseñó una técnica secreta. Para aquellos que vengan a quejarse, es importante decirles “esto es acoso, es acoso, es acoso”
Monica me contó que sólo había visitado el Castillo de Nagoya, pero a mi me hizo pensar en el acoso sexual, la violencia y el sexismo que hay en Aichi (o mejor dicho, en todo Japón).
Fueron 2 días de trabajo de campo y sólo salía material delicioso de ello.
Por supuesto, se habló de la cultura, de las formas de insinuación, temas dentro de las escuelas, actos intrusivos, todo lo que debemos de señalar como un delito.
Al final de la experiencia, todos compartimos que sería bueno un servicio conmemorativo en algún templo (jajaja).
Me dio mucho gusto conocer a todos los participantes. Me di cuenta de que hay personas que están haciendo diversas actividades y me gustaría poder seguir trabajando en este movimiento escuchando varias opiniones. Al final todos nos despedimos de Mónica con un sentimiento de gran esperanza.
¡Aquí vamos! ¡Esto apenas comienza!
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Foto oficial de la Trienal
El Tendedero de Aichi también podría llamarse el Tendedero Mutante. Esta activación de mi pieza original de 1978 respondió a su contexto, transformándose a lo largo de su presentación y reverberando posteriormente, por lo pronto, por más de un año.
Si bien en El Tendedero del MUAC creció muchísimo, lo cual llevó a ampliar su estructura original, El Tendedero de Aichi cambió de contenido. Les voy contando la larga, muy larga historia, salpicada por experiencias de censura y pandemias, pero también por la inesperada creación de una red de afectos y complicidades.
El 7 de agosto de 2018 recibí un correo electrónico de Pedro Reyes informándome que era uno de los curadores de la Trienal de Aichi que se llevaría a cabo en Nagoya, Japón en verano de 2019 y que les interesaba la posibilidad de hacer una nueva versión de El Tendedero ya que el tema del acoso en este país es “recurrente y a la vez silenciado”. En esta ocasión la trienal fue dirigida por el periodista TSUDA Daisuke y llevó el sugerente título Taming Y/Our Passion. Le comenté que no sabía si la pieza funcionaría en el contexto de una bienal ya que requería de trabajo con la comunidad, pero que le agradecía la invitación y que platicáramos para ver si era posible hacerlo.
La invitación me dio entre mieditis y emoción, en ambos casos por lo mismo: es un contexto completamente diferente al mío, en el que la privacidad es factor fundamental. En México, cuando me paro en cualquier esquina con El Tendedero, la gente se acerca, pregunta y casi siempre participa. Somos metiches y comunicativos. En Japón ni siquiera estaba segura si la gente respondería a las preguntas de El Tendedero dentro del museo y el espacio público está muy controlado.
Al empezar a rebotar ideas con el equipo curatorial de la Trienal, que conoce bien a sus públicos, sugirieron poner una caja para quien no quisiera colgar su respuesta directamente en la instalación y diseñar un Tendedero un poco más laberíntico para crear espacios íntimos que resguardaran la privacidad de quienes escribían.
También me preocupaba dar el taller ya que, por cuestiones de idioma, la traducción simultánea resulta muy cansado: todo es más lento y se pierde el ritmo. Pero me ganó la curiosidad y acepté presentar mi obra en la trienal.
Me fui a Japón a finales de julio de 2019 para dar conocer el espacio, impartir un taller de una semana y participar en una velada que incluyó presentar una ponencia y participar en un panel con artistas y académicas. Para mí, este tipo de actividades son fundamentales para que El Tendedero reverbere. De hecho, a estas alturas considero que el éxito de la pieza no es cuántas personas responden a las preguntas, sino la capacidad que tiene para replicarse posteriormente, y esto, en mi experiencia, tiene que ver con los cimientos que logramos construir antes de que se monte la instalación del objeto tendedero.
Como mencioné al principio de mi conferencia en Nagoya, para mí, la cultura japonesa es muy significativa porque cuando era niña mi mamá se enamoró de todo lo japonés y decidió estudiar el idioma. Empezó a tomar clases en el club Japones, con Hirasawa Sensei y, mientras ella estudiaba, yo tomaba clases de baile japonés.
En esta foto de 1961 aparezco del lado derecho en una presentación de la escuela en el Club Japonés.
Mi primera presentación en un escenario profesional fue 8 y 9 de marzo 1962 en el Palacio de Bellas Artes, en una breve participación que tuvimos las alumnas de danza clásica japonesa Nipón Buyo. Japón siempre ha estado en mi corazón.
Llegué a Nagoya el viernes 21 de junio y el sábado fui al Museo de Arte de la Ciudad de Nagoya, el espacio en donde se presentaría El Tendedero. Me llevaron Shihoko Lida, curadora en jefe de la Trienal cuyo trabajo a lo largo de la compleja experiencia de todas las vicisitudes del evento siempre fue impecable en lo artístico, en lo humano y en lo ético, así como con Akane Miki, asistente de curaduría quien amablemente se encargó de mi proyecto y de apoyarme en todo lo que necesitaba.
Ahí, entre otras personas, nos reunimos con Joe Takeba, curador del museo quien me comentó que México les donó una copia de la carpeta del proyecto Estampas de Independencia y Revolución de 2010, en la cual se incluye mi serigrafía YO NO CELEBRO NI CONMEMORI GUERRAS, por lo que me recibió como si fuera de casa. Además tiene un gran interés en el arte mexicano ya que su colección incluye obras de Frida Kahlo, María Izquierdo y Diego Rivera y afuera, en los jardines, hay una escultura de Sebastián, quien organizó el Salón 77-78 Nuevas Tendencias, en donde se presentó por primera vez El Tendedero.
Me mostraron el espacio y los planos de la construcción para El Tendedero, que fue muy interesante ya que lo hicieron un poco como laberinto, como biombos, para que hubiera espacios recovecos privados en los que la gente se sintiera cómoda compartiendo sus historias personales.
Esos días también sirvieron para que Akane Miki y yo nos fuéramos a buscar los materiales para la producción de El Tendedero y de pasadita me fue orientando en la ciudad.
Generalmente cuando facilito un taller para hacer un Tendedero empiezo por una conferencia abierta para el público en general con el objetivo de que quienes no están muy seguro/as/es de participar vean si les interesa. Es una parte integral del proceso. Posteriormente doy el taller y quienes participan en éste definen las preguntas de el nuevo Tendedero y los lugares a donde se irá a reunir respuestas. Si la pieza se organiza en un museo, sus propios servicios educativos se encargan de convocar a quienes participan en la conferencia y el taller. En caso de universidades y de grupos independientes de artistas, ellas mismas tienen las redes para hacerlo. En el caso de una Trienal, que se organiza sólo para una ocasión, lo que se planteó fue trabajar en colaboración con la Universidad de Nagoya, máxime que tiene un departamento de estudios de género.
La velada, el 24 de junio en la Universidad de Nagoya resultó maravillosa. El público era nutrido, incluyendo queridos amigos como Seiji Shimoda, artista de performance a quien le debemos el festival internacional de performance Nipaf, en el que Víctor Lerma y yo participamos en 2002.
Ahí conocí a Yoshiko Shimada, artista feminista japonesa de mi generación cuya obra me pareció contundente. Entre otras cosas, ella realiza un performance que se llama Becoming a statue of a Japanese comfort woman (2012), en la que se sienta en una silla junto a otra vacía, aludiendo a la escultura Statue of a Girl of Peace de los artistas Kim Seo-kyung y Kim Eun-sung sobre las mujeres que padecieron esclavitud sexual por del Gobierno Imperial Japonés durante la II Guerra Mundial y que fue central en todos los problemas que se desataron posteriormente en la trienal.
Foto Momo Ikemoto
En el panel participamos la Doctora Chikako Nagayama (especialista en género) la artista Yoshiko Shimada, la Doctora Ma Ran (especialista en cine) y Daisuke Tsuda, el director artístico de la Trienal. Una de las cosas que se mencionó es que en esta trienal había paridad de género, lo cuál yo no había notado, pero me pareció un gran logro.
Mónica Mayer Marzo 2021 Excepto en donde está especificado, las fotos son de Mónica Mayer y los documentos del Archivo Pinto mi Raya
LO QUE SUCEDIÓ ANTES LO QUE SUCEDIÓ DESPUÉS
Mónica Mayer y Yuruen Lerma. Septiembre 2020.
No he salido de casa desde el 13 de marzo de 2020 y no sé hasta cuándo lo haré.
He sentido los días largos y demasiado cortos. Con angustias, aprendizajes y
nuevas rutinas. Se me han redefinido el adentro y el afuera.
Adentro es la casa en donde vivo con Víctor Lerma, a la que no entra nadie desde
que empezó la pandemia del COVID 19 en marzo.
Adentro es el tiempo que me he dado para dibujar todos los días, cosa que no
hacía desde hace muchas décadas. Lo he hecho la deriva, por placer,
porque me tranquiliza.
Afuera es mi jardín, que ahora cuido porque Don Wenceslao, quien se
encargaba de hacerlo desde hace décadas cuando mis tías abuelas
vivían y habitaban esta casa, también tuvo que guardarse.
Todos los días dibujo y salgo al jardín a recoger hojas secas.
A veces tomo fotos de ambos procesos para compartirlos por FB, que es
el afuera que me permite interactuar con amistades y colegas. Es el afuera del afuera.
A continuación, les dejo un recuento de esos tiempos y los asombrosos
acontecimientos que viví los días 22 y 23 de septiembre... y lo que sucedió después.
En marzo, cuando aún pensaba que Don Wenceslao regresaría en unas cuantas
semanas, comencé a hacer pequeños viajes de reconocimiento al jardín.
Seguramente por lo que veía afuera, en mayo, como por ósmosis, empecé a dibujar.
Sobre mi escritorio empezó a crecer una pequeña jungla de dibujos.
Se construyeron vasos comunicantes con las raíces.
Amorosamente, despacito, las plantas empezaron a acariciar a la casa.
Como no queriendo la cosa, la referencia de la pandemia casi siempre se colaba.
Empecé a vislumbrar cómo podían terminar algunos de los dibujos.
Las palabras se fueron apoderando de los dibujos.
Los dibujos empezaron a influenciar cómo veía el afuera: formas, colores y texturas.
Las sensaciones de la pandemia inundaron cada centímetro del papel.
Las series de adentro y de afuera siguieron.
Seguí y seguí y seguí...
Sin palabras. Imagen clave en esta historia.
Irónico. Durante el confinamiento, afuera es en donde me podía esconder.
Un buen día apilé las hojas en blanco y los dibujos para calcular cuánto tiempo
más podría seguir dibujando. Fue un corte. Lo sentí yo y lo sintieron los dibujos…
Por si ya se hicieron bolas en este laberinto temporal, les dejo la liga a lo que viví
los días 22 y 23 de septiembre... y lo que sucedió después.
Mónica Mayer y Yuruen Lerma. Marzo a septiembre 2020.
El 24 de septiembre, empecé a tener noticias de los dibujos.
Primero llegó uno y se recargó en la ventana. Se veía cansado.
A la mañana siguiente me encontré a otros cuantos entre las plantas.
Un par de días después aparecieron otros que se veían felices entre las plantas.
Algunos regresaron y me relataron lo que sucedió los días 22 y 23 de septiembre.
No todos los dibujos se dejaban ver.
Se escondían entre las sombras.
Un buen día me enteré que no eran dibujos, sino dibujas y que hicieron una Tendedera,
basada en mi pieza El Tendedero. No sabía que la conocieran. Siempre asumí que mis
piezas para el afuera y las de muy adentro no se conocían.
Vean todo lo que me platicaron.
Pensando en sus confidencias, noté que las obras de afuera y las de adentro aprendían
las unas de las otras y, de pasada, me habían enseñado a mí muchas cosas.
Las dibujas me platicaron que se cansaron un montón después de conformarse en
Tendedera. Dicen que estos procesos colectivos son maravillosos, pero también
desgastantes por lo que se dieron tiempo para apapacharse, reponerse y agarrar nuevos
bríos. Parece que la identidad de cada dibuja tiene que ser nítida y fuerte para que
brillen y crezcan en conjunto gracias a sus diferencias.
Dibuja cansada # 1
Dibuja cansada # 2
Dibuja cansada # 3
Dibuja cansada # 4
Dibuja cansada # 5
Dibuja cansada # 6
Dibuja cansada # 7
Dibuja cansada # 8
Dibuja cansada # 9
Dibuja cansada # 10
Dibuja cansada # 11
Algunas dibujas , como la de abajo, ya extrañaban su casita. Otras tenían que decidir qué hacer.
Algunas dibujas quisieron salir todavía más allá de la reja, pero no pudieron.
Me lo contaron con tristeza, pero yo les dije que cada una tiene que ir a su propio ritmo
y llegar hasta donde puede. Las abracé y les dije que esta casa no le aplicamos el
feministómetro ni a las personas ni a las dibujas y que mejor me platicaran qué habían
descubierto o disfrutado en el jardín.
Ayer, las dibujas empezaron a contarme con asombro de una intrépida compañera que
escaló por las plantas hasta colocarse al borde del precipicio de la calle.
Las infames no me dijeron más. Me dejaron picada e inquieta, como telenovela
en viernes o como el último capítulo de la temporada de una serie de Netflix.
¿Hoy me contarán algo más?
¿Continuamos con el suspenso otro día? ¿Saltó o no saltó?
Pues sí. La dibuja vaga se lanzó al vacío y, afortunadamente, apareció la Mana.
Y así empezó la larga odisea que les relataré paso a paso.
Recorrieron las calles observando si había cambios desde que empezó la pandemia.
Leían y escuchaban lo que se veía y se oía... y lo que no.
Las personas que leían las aventuras de la dibuja vaga y la mana, que interactuaban conmigo
constantemente en el FB, empezaron a preguntar quién era esa mana y a decirme que me
cuidara mucho, creyendo que yo había salido de casa, cosa que jamás sucedió.
Retrato de la Mana # 1
Retrato de la Mana #2
Retrato de la Mana # 3
Retrato de la Mana # 4
La Dibuja estaba feliz. La ciudad le regalaba muchas sorpresas maravillosas.
Y ella encontraba belleza en todos lados.
Conoció a personajes memorables.
Le intrigó lo que veía.
Se le antojó comerse unos chilaquiles.
Se estresó.
Como el día anterior la dibuja vaga se había cansado con el acelere de la mana, le dijo
que quería salir sola descubrir a dónde se sentía más cómoda y si tenía un lugar en el
mundo de afuera. Probó un huequito azul, la sombra de un arbol en donde estuvo
hablando con una figura amarilla y un par de ventanas que la invitaron a pasar.
Pero el lugar que más le gustó fue un poderoso trono llamado bomberos.
Y ella, que era casi pura acuarela, pensó que eso quería ser de grande.
La dibuja vaga y la mana se reunieron y siguieron juntas su camino. La DV (léase divi)
seguía tratando de entender si tenía cabida en el mundo de afuera,
pero las señales eran confusas.
La Dibuja Vaga (D.V. para las cuatas) se había quedado intranquila con sus experiencias
anteriores. Ella tenía una idea de lo que podía ser estar afuera y cómo le gustaría
integrarse. Le platicó a la Mana y decidieron lanzarse a las calles a buscar colores.
Los encontraron de papel, de plástico y de muro.
La felicidad de una visión compartida las invadió.
Era viernes en la tarde y la DiVi se puso media chipil. Extrañaba a las plantas de su jardín
y le urgía acostarse o recargarse sobre ellas y moría de ganas de hablar con su manada,
su clan, su banda, su paquete de hojitas tamaño carta dibujadas o en blanco.
Era viernes por la tarde...
Decidieron regresar y se dieron cuenta que habían perdido el rumbo. Afortunadamente,
en ese momento, como por milagro, apareció Sibuna las guió hasta su casa. Pasen a
leer abajito para que se enteren.
Con la ayuda de Sibuna, la Mana y la Dibuja Vaga encontraron el camino a casa. Antes de
entrar se despidieron y acordaron encontrarse al terminar la pandemia. Había mucho mundo
que recorrer y un titipuchal de cosas que cambiar en ese afuera caótico y contradictorio.
La DV se metió, saludó a las plantas afectuosamente y corrió a reunirse
con las otras dibujas.
Les platicó de la Mana y Sibuna y se quedaron muy intrigadas.
Durante horas les platicó sobre sus experiencias y les dijo que era muy importante
hacer algo porque afuera hacía falta el amor que cultivaban ellas y las plantas.
Sus preguntas no tenían fin.
Esa noche durmieron tranquilas. Su trabajo estaba por empezar...
Y, como todas las historias, esta también llegó a su fin... o no.
Si quiere que se lo cuente otra vez... vaya a
Lo que sucedió antes y a Lo que sucedió los días 22 y 23 de septiembre de 2020.
Mónica Mayer y Yuruen Lerma Mayer. Octubre 2020.