espacio

Franco B

El Universal. Sábado 31 de octubre, 1998.Sección Cultural. Pág. 2.

ESPERAR. Esperar media hora, quizá más, para ver ACTION 398 del artista británico Franco B que se presentó el viernes 23 en Ex-Teresa: Arte Actual como parte de la VII Muestra Internacional de Performance y del programa Performance Británico en México. Esperar en fila, a sabiendas que el ambiente de expectativa que se creaba con nuestra espera era parte integral del performance. A la entrada de la capilla de las Ánimas estaba un hombre alto, vestido de blanco, con guantes y tapabocas, dejándonos pasar a uno por uno. Una alarma implacable marcaba los dos minutos que se nos estaba permitido estar con Franco B.

(Platico con los cuates, trato de distraerme, pero la neta es que los performances que incluyen sangre me pone de nervios: por un lado me saca de onda que tantos colegas siempre recurran al mismo cliché y por el otro, mi instinto maternal y mis deformaciones como hija de madre suicida hacen que lo único que quiera sea abrazar al artista y decirle que ya no sufra, aunque sepa perfectamente bien que no estoy ante un acto catártico sino ante el desarrollo de un concepto, ante una propuesta visual y ante el producto de un profesional que sabe perfectamente bien por donde quiere conducir a su público anímica e intelectualmente).

ENTRAR. La espera concluye. Entro a la capilla de las ánimas y me inunda el color: amarillos, ocres, blancos, muchos blancos matizados por sus propios azules. A lo alto, en el nicho está sentado Franco, desnudo, todo él pintado de blanco. Tiene una herida de aproximadamente 15 cm. en el vientre. En ese momento no sangra. Se apropia de todo el espacio y de la luz, pero de alguna manera también chupa el contenido espiritual del espacio. Es ángel, es ánima, es estatua fracturada.

(Después de preguntarle si no tiene frío, lo cual es una pregunta idiota porque el hombre está tiritando a pesar del pequeño calentador que inútilmente intenta elevar la temperatura, ya no sé que hacer. Doy varias vueltas para ver el espacio porque me impresiona la calidad visual del ambiente que ha creado. Ya sé que voy a sonar muy cursi, pero es como estar adentro de un cuadro -o del inconsciente: los sentidos se alertan pero también otras formas de percepción que detectan su presencia eléctrica, su esencia. Pero cada vez me siento más incómoda porque la "obra de arte", con sus ojos rojos y profundos, me está mirando. Su transformación me asombra. Este hombre chaparro, agitado, cotorro, pelón, tatuado hasta el cráneo, con dientes metálicos y lengua perforada cuyo aspecto habitual es violento y demoníaco, aquí me muestra su lado angelical y vulnerable. Ni la sangre ni el desnudo tienen ya la menor importancia. Existe un equilibrio entre todos los elementos que me atrapa. Solo me distraigo para buscar a ver si hay una cámara grabando todas estas interacciones porque me siento muy incómoda y segurito estoy haciendo el oso. En ese sentido a mí también me desvistió).
SALIR. Salgo aproximadamente a las seis y media de la tarde después de dos minutos eternos y cuando Franco apenas llevaba hora y media trabajando. La fila continuó hasta pasadas las diez de la noche, una vez que todos entraron. Me cuentan que al paso de las horas, el olor también se convirtió en un elemento importante: el olor del encierro.

(Pienso en Pilar Villela que se metió a una caja leyendo textos en voz alta a lo largo de todos los performances de uno de los concursos en Ex-Teresa, en Omar González que ese mismo año se sentó durante toda la noche frente a un enorme bloque de hielo y ahora en Franco B. Me viene a la mente la poeta Emily Dickenson que pasó treinta años de su vida encerrada en su casa. Pienso en ellos y entiendo, en un nivel profundo e interno - difícil de describir verbalmente- esa sensación de inmovilidad profundamente activa que evocan sus vidas o sus obras).

OLVIDAR. El encuentro con Franco B fue breve e intenso, pero lo tuve que olvidar el siguiente sábado, cuando Lova Hamilton de Suecia presentó un performance horroroso en el mismo espacio. Se sentó y colocó un televisor sobre su regazo en el que se transmitió una secuencia en la que se ven unos pies sobre una tina con agua, luego se corta los deditos con una navaja, tiñendo el agua de rojo. Guácala, nada de nada.

(Moraleja 1: Así como todos podemos hacer "clic" con una cámara y tomar fotos pero pocos tienen el ojo de Álvarez Bravo o Sebastiao Salgado, cualquiera puede usar sangre, desnudo, tierra y agua en un performance pero los resultados varían radicalmente de acuerdo a la propuesta y al talento del artista. Moraleja 2: un performance, al igual que un cuadro, tiene que verse, porque platicado no tiene ningún chiste).