espacio

Textos de Mónica

Juárez: El arte contra la muerte?

(Publicado originalmente en El Universal el 9 de noviembre de 2002)

La vida y el arte. La violencia. La larga lista de mujeres asesinadas o desaparecidas. ¿El arte puede combatir la impunidad? ¿Puede enfrentar la muerte? ¿Tiene la paciencia para desenmarañar la red de complicidades económicas, políticas e ideológicas, etc. que permite que tantas mujeres vivan y mueran en un estado de indefensión tan espantoso, para colmos traicionadas por autoridades ineficientes que sólo aciertan culpar a las víctimas? No lo sé, pero ha empezado a verse un fuerte movimiento artístico en contra de la violencia en Juárez. Es un archipiélago tratando de convertirse en continente. Hay artistas de México y de otras partes del mundo. La muerte de cada mujer nos hiere a todas. Tristes tiempos estos en los que nuestras peores pesadillas son los sueños que nutren nuestro trabajo artístico.

El 3 de noviembre, SPARC, el legendario espacio de arte chicano que fundó Judy Baca en los setentas inauguró la exposición Hijas de Juárez. Participan, entre otros, Yolanda López, Esther Hernández, Daisy Tonatzin y Lourdes Portillo, quien supongo presenta su desgarrador documental Señorita Extraviada. Y ayer, en el diario El Norte en Juárez, se publicó una obra a manera de inserción diseñada y promovida por Coco Fusco y otras artistas del foro virtual AUndercurrents@, en el que desde hace meses 170 expertos/as internacionales discuten sobre arte, ciberespacio, política y mujeres. La pieza conmemora el primer aniversario del hallazgo de los cadáveres de 8 mujeres en un baldío. Cinco aún no han sido identificados. La indignación internacional crece.

Aquí en México cada vez son más los artistas que encuentro que están trabajando sobre el tema. Hoy no podré mencionar a todos, pero pretendo seguir registrando estas obras, así es que cualquier información es bienvenida. Hay artistas trabajando en todos los medios. Maritza Morillas tiene un desgarrador óleo de 160 x 120 cm. llamado CaroDAtaVERnibus I del año pasado. Una mujer yace muerta, mutilada. La imagen es directa y difícil. Pero también hay artistas como María Ezcurra que está trabajando una serie de obras muy estéticas. Ella coloca prendas de vestir femeninas sobre muros a manera de pieles de animales cazados. Las piezas, cuando uno se da cuenta de lo que son, de su significado, son como una puñalada de conciencia.

Apenas este lunes vi una pieza de Libertad Díaz, una artista muy jovencita que ya ha realizado varias obras sobre el tema. Hace tiempo me mostró el video de un performance que realizó en el Zócalo el 8 de marzo pasado en el que se vistió con overol de obrera de maquiladora y atravesó varias veces una barda de alambre de púas con calzones ensartados. De un lado había una máquina de coser con la que unía siluetas de mujeres. Después de trabajar volvía a cruzar la zona del peligro hacia su hogar. Un día ya no se salvó. Quedó atrapada y ensangrentada. Su pieza del lunes aparentemente fue menos dramática. En una vitrina en la estación Guerrero del metro, Libertad colocó el video de Lourdes Portillo y tapizó la vitrina con fotocopiada mostrando su rostro y filiación (es joven y morena, como tantas de las muertas de Juárez), junto con fragmentos de frases como: otra osamenta, putrefacta, estrangulada. La gente, horrorizada, leía despacito. Las mamás jalaban a sus niños para que no leyeran la realidad.

Las próximas semanas están llenas de eventos artísticos sobre las muertas de Juárez. Hoy a las 5 de la tarde en el Jardín Centenario en Coyoacán Alfonso Puello hará un dibujo sobre la tierra con la participación del público. Ahí habrá información de otros eventos. Lorena Wolffer realizará su performance Mientras dormíamos en el Chopo el 13 de noviembre a las 19.00 hrs. El lunes 25 a las 17 hrs. sale la Procesión de las Muertas de Juárez del Monumento a la Revolución. Entre otras, sé que habrá un performance interesante de Claudia Bernal. Ya les platicaré.

Performance de primera plana

El viernes 21 de abril el performance llegó a los canales comerciales de TV y a las primera planas de varios diarios, incluyendo El Universal. Luciendo un minúsculo bikini, con su escultural figura pintada la mitad de rojo y la mitad de negro, Emma Lauría Villanueva, realizó su pieza PASIONARIA, CAMINATA POR LA DIGNIDAD y todos volvieron la mirada. Con un acto lúbrico, lúcido y lúdico, esta joven de 24 años de edad enfrentó solita a las autoridades de la UNAM, al Consejo General de Huelga y a la Policía Federal Preventiva. A través de un performance expresó sus discrepancias con todos ellos y su apoyo a los seis puntos del pliego petitorio, mismos que defenderá hasta que sean aceptados no reinscribiéndose a la carrera de letras hispánicas la cual ha cursado con muy alto promedio. Y, sin buscarlo, sacó de entre las páginas culturales a este género artístico que siempre parece ser tan exquisito y hermético.

Emma, a quien le agradezco haberse pasado un buen rato platicándome sobre su obra, apenas está iniciándose en el performance. Además de sus estudios en la UNAM, lleva años dedicada a la danza. Cuando entró en contacto con el performance supo que era justo lo que necesitaba para conjuntar los lenguajes que maneja. También detectó que era un medio idóneo para abordar cuestiones políticas y sociales. A lo largo de su participación en los talleres de Lorena Wolffer y de Pancho López, ha realizado otras piezas que también buscan la interacción con el público, enfrentando la vulnerabilidad del individuo con las imposiciones y contradicciones del sistema. En Todo se vale (Diciembre 99), realizó un table dance político en el que bailó tres piezas. En la primera el público podía ver, en la segunda ver y tocar y en la última hacer lo que quisieran. Solo tenían que nombrar al candidato indicado cuando ella les preguntaba en secreto por quien votarían. Nunca le atinaban. Para conmemorar el primer aniversario del estallamiento de la huelga en la UNAM y para protestar por el hecho de que la PFP estuviera resguardando las instalaciones durante las vacaciones de Semana Santa, Lauría decidió realizar una caminata de 8 kilómetros que reflejara el desgaste de un movimiento tan largo. En Félix Cuevas y Universidad se desvistió y le pidió al público que escribiera sobre su piel rojinegra algo sobre el movimiento estudiantil con pintura blanca. Algunos de los textos fueron: libertad, huelga manipulada y mirones sin pantalones (por los que le gritaban improperios o piropos desde los microbuses pero no se atrevían a acercarse). Y así, con todo y sus altísimos tacones, realizó esta marcha unipersonal hasta cd. Universitaria. A lo largo del camino repartió información en torno la pieza y sus observaciones sobre el pliego petitorio. Imaginen las reacciones de los transeúntes ante la visión de esta Diana moderna.

Al llegar a CU la situación cambió. Frente a Rectoría se efectuaba el Primer Encuentro Internacional de Estudiantes por la Educación Gratuita. A pesar del apoyo de muchos chavos que elogiaban su valor, parece que a algunos miembros del CGH les molestó que robara cámara y trataron de ignorarla. Y, al acercarse a los policías para plantear sus ideas, Lauría encontró diversas reacciones, aunque en general eran de palo. Y, no es de sorprender, porque hasta ella misma estaba consternada por el nivel de agresividad verbal por parte de los estudiantes que tenían que soportar. Casi desnuda, desde su propia vulnerabilidad, también percibió la de ellos. Esta pieza me parece muy interesante por su sinceridad. Lauría la realizó porque es un problema que vive en carne propia. Pero además hilvanó perfectamente bien el contexto social y político. Y no me refiero sólo a los problemas universitarios, sino a su planteamiento como mujer que, al ser sujeto y objeto en la obra, logra atraer la mirada ajena utilizando su cuerpazo, para de ahí arrastrarla hacia sus ideas. Y, aunque la obra también hubiera funcionado bien sin la gran difusión que tuvo en los medios, al hacer que un performance llegara a las primeras planas logró algo que, hasta donde yo recuerdo, aquí solo habían conseguido los artistas anónimos en organizaciones como Greenpeace.

Franco B

El Universal. Sábado 31 de octubre, 1998.Sección Cultural. Pág. 2.

ESPERAR. Esperar media hora, quizá más, para ver ACTION 398 del artista británico Franco B que se presentó el viernes 23 en Ex-Teresa: Arte Actual como parte de la VII Muestra Internacional de Performance y del programa Performance Británico en México. Esperar en fila, a sabiendas que el ambiente de expectativa que se creaba con nuestra espera era parte integral del performance. A la entrada de la capilla de las Ánimas estaba un hombre alto, vestido de blanco, con guantes y tapabocas, dejándonos pasar a uno por uno. Una alarma implacable marcaba los dos minutos que se nos estaba permitido estar con Franco B.

(Platico con los cuates, trato de distraerme, pero la neta es que los performances que incluyen sangre me pone de nervios: por un lado me saca de onda que tantos colegas siempre recurran al mismo cliché y por el otro, mi instinto maternal y mis deformaciones como hija de madre suicida hacen que lo único que quiera sea abrazar al artista y decirle que ya no sufra, aunque sepa perfectamente bien que no estoy ante un acto catártico sino ante el desarrollo de un concepto, ante una propuesta visual y ante el producto de un profesional que sabe perfectamente bien por donde quiere conducir a su público anímica e intelectualmente).

ENTRAR. La espera concluye. Entro a la capilla de las ánimas y me inunda el color: amarillos, ocres, blancos, muchos blancos matizados por sus propios azules. A lo alto, en el nicho está sentado Franco, desnudo, todo él pintado de blanco. Tiene una herida de aproximadamente 15 cm. en el vientre. En ese momento no sangra. Se apropia de todo el espacio y de la luz, pero de alguna manera también chupa el contenido espiritual del espacio. Es ángel, es ánima, es estatua fracturada.

(Después de preguntarle si no tiene frío, lo cual es una pregunta idiota porque el hombre está tiritando a pesar del pequeño calentador que inútilmente intenta elevar la temperatura, ya no sé que hacer. Doy varias vueltas para ver el espacio porque me impresiona la calidad visual del ambiente que ha creado. Ya sé que voy a sonar muy cursi, pero es como estar adentro de un cuadro -o del inconsciente: los sentidos se alertan pero también otras formas de percepción que detectan su presencia eléctrica, su esencia. Pero cada vez me siento más incómoda porque la "obra de arte", con sus ojos rojos y profundos, me está mirando. Su transformación me asombra. Este hombre chaparro, agitado, cotorro, pelón, tatuado hasta el cráneo, con dientes metálicos y lengua perforada cuyo aspecto habitual es violento y demoníaco, aquí me muestra su lado angelical y vulnerable. Ni la sangre ni el desnudo tienen ya la menor importancia. Existe un equilibrio entre todos los elementos que me atrapa. Solo me distraigo para buscar a ver si hay una cámara grabando todas estas interacciones porque me siento muy incómoda y segurito estoy haciendo el oso. En ese sentido a mí también me desvistió).
SALIR. Salgo aproximadamente a las seis y media de la tarde después de dos minutos eternos y cuando Franco apenas llevaba hora y media trabajando. La fila continuó hasta pasadas las diez de la noche, una vez que todos entraron. Me cuentan que al paso de las horas, el olor también se convirtió en un elemento importante: el olor del encierro.

(Pienso en Pilar Villela que se metió a una caja leyendo textos en voz alta a lo largo de todos los performances de uno de los concursos en Ex-Teresa, en Omar González que ese mismo año se sentó durante toda la noche frente a un enorme bloque de hielo y ahora en Franco B. Me viene a la mente la poeta Emily Dickenson que pasó treinta años de su vida encerrada en su casa. Pienso en ellos y entiendo, en un nivel profundo e interno - difícil de describir verbalmente- esa sensación de inmovilidad profundamente activa que evocan sus vidas o sus obras).

OLVIDAR. El encuentro con Franco B fue breve e intenso, pero lo tuve que olvidar el siguiente sábado, cuando Lova Hamilton de Suecia presentó un performance horroroso en el mismo espacio. Se sentó y colocó un televisor sobre su regazo en el que se transmitió una secuencia en la que se ven unos pies sobre una tina con agua, luego se corta los deditos con una navaja, tiñendo el agua de rojo. Guácala, nada de nada.

(Moraleja 1: Así como todos podemos hacer "clic" con una cámara y tomar fotos pero pocos tienen el ojo de Álvarez Bravo o Sebastiao Salgado, cualquiera puede usar sangre, desnudo, tierra y agua en un performance pero los resultados varían radicalmente de acuerdo a la propuesta y al talento del artista. Moraleja 2: un performance, al igual que un cuadro, tiene que verse, porque platicado no tiene ningún chiste).

Gina y Marcela: las niñas terribles del performance mexicano

Uno de los pocos colectivos de performanceras en el México de hoy, es el dueto integrado por Georgina Arizpe Garza (1972, DF) y Marcela Quiroga Garza (1970, Monterrey, NL) quienes colaboran desde 1997. Ellas viven y trabajan en Monterrey, ciudad en la que fueron miembros del colectivo Caja, integrado por Enrique Ruiz, Liz Salinas, Alfredo Herrara, Ina Álvarez y otros, que durante seis años presentó su obra en espacios públicos. Gina y Marcela empezaron a trabajar juntas por amistad, para divertirse. Sin una propuesta abiertamente feminista, su obra toca puntos clave de la experiencia de las mujeres jóvenes, urbanas, de la relación entre las mujeres, de su capacidad de irreverencia, además de plantear una crítica a los sistemas artísticos.


La obra de Gina y Marcela, cuyo grupo cambia de nombre cada vez que se presentan, tiene que ver con la cotidianidad, una muy globalizada, influenciada por el Internet y por nuestros vecinos del norte. Tiene que ver con lo superficial, lo inútil, lo banal y lo cotidiano. Así, por ejemplo, en mayo de 1999 presentaron Putas chops (fucking chuletas), en la Galería Bf15 en Monterrey. Su pieza consistió en sentarse en un espacio cerrado a tragar comida chatarra y tomar cerveza para comentar ese American dream que tanto nos restriegan en la cara nuestros vecinos del norte. El público sólo podía verlas a través de un monitor. En septiembre del mismo año presentaron una pieza en Ex-Teresa: Arte Actual, titulada Kitty combo superstar (Jumping arracheras), en la que brincaron sobre un catre elástico durante una hora para enseñar los calzones. Ya bien entradas en el rockanrol, a los pocos días participaron en Francia en la Feria Internacional de Arte Contemporáneo (FIAC), con una acción llamada Eau de toilette, que consistió en llegar a la renombrada feria y orinarse ante los principales curadores y directivos de la cultura internacional, un poco para marcar territorio, otro tanto como niñitas que enfrentan un enorme mundo "adulto" e "importante" y mueren de miedo.

Me tocó ver a estas niñas terribles del performance mexicano el 22 de octubre del 2000, durante la Novena Muestra Internacional de Performance en Ex-Teresa: Arte Actual en la ciudad de México, para la que anunciaron un performance llamado Cuánto tiempo puedes perder dando vueltas en el Zócalo (The return of the evil daughters). Según sus propias palabras, lo que sucedería es lo siguiente "Gina y Marcela subidas en un carro dando vueltas al Zócalo, porque el hecho de pasear es divertido, inútil y vano...La transmisión...todo lo que puede sucederle a un carro en movimiento y lo entretenido de verlo en T.V. Bonus...lo que sucede dentro del carro. El ridículo regreso de las hijas diablolicas y su fun stylo of life." Pero he aquí lo que realmente aconteció.
El público esperaba atento a que sucediera algo en Ex-Teresa. Transcurría demasiado tiempo. Empezaba la impaciencia. No nos habían pastoreado al Zócalo, por lo que asumíamos que el performance se había cancelado por el festival de ajedrés que también se llevaba a cabo en esa misma plaza pública. Cerca de las siete de la noche se empezaron a escuchar sirenas de patrulla. Hubo gran movimiento en la calle y entre los mismos trabajadores de Ex:Teresa. Se acercaron dos carros policíacos a toda velocidad, a todo ruido. Por la ventanilla vi los rostros de Gina y Marcela, molestos, hartos, ocultando su preocupación detrás de la goma de mascar. Las bajaron rudamente y a empujones las metieron a Ex:Teresa. Ambas vestían negro riguroso, de piel. Su maquillaje era rebelde, como sus rostros, que parecían a punto de morder a los chotas. Las seguí como pude, tratando de sacar alguna imagen para defenderlas en caso de alguna violación a sus derechos humanos. Después de todo, aunque son niñas malas, no dejan de ser artistas. Las llevaron a la oficina de Guillermo Santamarina, director de este antro cultural. Cerraron la puerta. Se oía el silencio. Pasaron 15 minutos. De repente salió corriendo un policía. Fue a recoger algo a la patrulla. El público le aplaudió. Algunos comentaron que era extraño que la policía, que está para servir a la ciudadanía, se prestara para jugar al arte. Nuevamente las sacaron en vilo, bajando peligrosamente las escaleras. Las sacaron del santuario cultural. Prendieron sus sirenas y se las llevaron. Nunca más supimos que pasó con ellas. Pasamos al siguiente performance.