Lunes, 23 Noviembre 2015 10:01

El Tendedero L.A.

Escrito por

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En 1979, participé en el proyecto Making it Safe de Suzanne Lacy.

Desde mi llegada un año antes al Woman’s Building, la mítica escuela de arte feminista, había procurado trabajar cerca de Lacy, cuya propuesta me interesaba por plantear un arte de denuncia basado en el performance y con una clara conciencia del uso de los medios masivos. Eso que hoy llamamos artivismo. Por lo mismo, le pedí que fuera mi asesora para la tesis de maestría y me acerqué a los proyectos que estaba realizando en ese momento. Lo que no sabía al empezar a trabajar en Making in Safe es que cambiaría mi concepción del arte.

Comisionado por Communitas, una organización social local, Making it Safe pretendía utilizar el arte para reducir los niveles de violencia hacia las mujeres en la comunidad de Ocean Park. Lacy convocó a un grupo de cómplices para el proyecto y me uní desde el principio, lo viví desde las entrañas.

 ¿Cómo utilizar el arte para disminuir la violencia? ¿Qué herramientas artísticas y políticas podíamos usar? ¿Quién y cómo participaría en el evento? ¿Cómo hablar de lo personal y de lo político? Cuando el objetivo de un trabajo artístico es político ¿dónde queda lo estético? ¿Qué es el arte? ¿Qué es la política? No sé si nos planteamos todo esto abiertamente pero, a la distancia, me queda claro que lo estábamos abordando.

Making it Safe era lo que Lacy llamaba un “non audience oriented performance”. Hoy quizá los definiríamos como práctica social o arte relacional, pero en ese momento no existían los términos. Como yo lo entendí, estas obras consistían en realizar acciones sobre el tejido social que podían incluir elementos muy diversos y desarrollarse, como en este caso, a lo largo de varios meses.

Después de analizar lo que sucedía en la comunidad, de conocer a sus actores y recursos, se planteó un proyecto que en ese momento me parecía muy extraño, pero al que le entré con gusto porque ya para entonces me quedaba claro que había que ir ampliando y moldeando la definición del arte para plantear un arte feminista y no ceñirnos a cánones determinados por otros.

El proyecto tuvo muchos elementos, dirigidos a distintos sectores de la comunidad. Se organizaron conferencias, lecturas de poesía, sesiones públicas para denunciar el incesto, una gran exposición a lo largo de los locales en la calle principal, volanteos, intervenciones en los medios de comunicación, clases de defensa personal en el asilo de ancianos, diálogos íntimos y el proyecto concluyó con una gran manifestación/performance/cena a la luz de las velas en el parque local con la participación de las 250 mujeres que habían intervenido de una u otra manera en el proyecto.

Si bien el Making it Safe fue una pieza de Lacy en la que otras colaboramos, también hubo espacios para realizar nuestras propias obras, como la exposición.

A finales del 78 yo había presentado la versión original de El tendedero en el Museo de Arte Moderno de la ciudad de México y me había sorprendido tanto el entusiasmo con el que respondieron las mujeres a la pregunta de lo que más detestaban de la ciudad, que decidí hacer una nueva versión de la pieza. El término “reactivar” ni siquiera estaba dentro de mi vocabulario.

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En este tendedero, mis preguntas, como el proyecto, giraron en torno a la percepción de seguridad e inseguridad de las habitantes de Ocean Park en su comunidad y sus propuestas para sentirse más seguras.

En este caso, el tendedero fue más sencillo que el del MAM porque lo monté en varios puntos en la calle a manera de acción y la cantidad de transeúntes no requería más que de un cordón y pinzas. Finalmente las presenté en la biblioteca local.

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No recuerdo mucho de aquella experiencia, excepto que me daba pena acercarme a las mujeres para pedirles su opinión. Recuerdo cuestionándome si era válido repetir una pieza. El término “reactivar” ni siquiera estaba dentro de mi vocabulario ni nos planteábamos que ésta podía ser una forma de conservarla. Y, al igual que con el primer tendedero, me quedó claro que esta forma tradicionalmente femenina, era una buena herramienta para comunicarme con otras mujeres para hablar de una violencia de género que muchas padecíamos y, además, eran muy atractivas.

M. Mayer, 2015

 

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