Pinto mi Raya toma La redacción

Viernes 6 de diciembre de 1996, Sección Cultural, pág. 2. El Universal.

Al abrir Víctor Lerma y yo la galería de autor Pinto mi Raya en 1989, ni de relajo nos imaginábamos que además de convertirse en una forma de exponer nuestra obra y la de nuestros cuates, el ejercicio de asumir el trabajo de los distintos sectores del sistema artístico (como organizadores, escribiendo, produciendo, etcétera) nos llevaría a plantearla como una plataforma desde la cual lanzar proyectos de arte conceptual. Tampoco imaginábamos que nos convertiríamos en nómadas, abandonando nuestra minúscula galería en la Condesa para realizar proyectos en otros lugares, como fue el caso de Crítico, artista y loco... en el Centro Cultural San Ángel o Gráfica Periférica en el Museo Carrillo Gil. Hoy, les quiero platicar de nuestra más reciente incursión en un espacio público y adelantarles la noticia de que para principios de 1997 reinauguraremos nuestra antigua sede en Sombrerete número 505.
Hace algunos meses Antonio Mayer (mi hermanito consentido) le sugirió a Víctor realizar una exposición en la cantina La redacción (Kelvin 9; colonia Anzures) puesto que conoce a dos de los socios, los señores Jaime Goddard y Alfredo Salafranca. Confieso que, aunque me encanta exponer en lugares como el Metro por la cantidad de público que ve la obra, las exposiciones en bares y restaurantes me daban un poco de desconfianza 'porque el trabajo fácilmente acaba siendo una mera decoración a la que nadie presta atención. Por suerte, Víctor no es tan prejuicioso como yo y siempre esta dispuesto a probar suerte.

Lo primero que nos cayó bien del lugar fue su nombre y que generalmente sus paredes están decoradas con primeras planas de diversos diarios. De ahí que el título de la exposición sea Pinto mi Raya toma La Redacción, que si bien no tiene nada que ver con la obra que se presenta, refleja el espíritu con él que se comprendió esta muestra. Además, el ambiente es muy agradable.

En esta ocasión, Víctor presentó poco más de medio centenar de dibujos y electrografías, en su mayoría de pequeño formato. Su obra, abstracta como siempre, contrapone grandes zonas de color con trazos y líneas que a veces son meros rasguños. Así mismo, sus antiguos suajes a línea cerrada se han convertido en cuadrados que permiten que otras formas penetren las áreas descubiertas. Pero las obras que más éxito tuvieron son una serie de esquineros para los que mandó a hacer marcos en forma de ele que se pueden colocar sobre el muro, una mesa, o conformando una escultura totémica como las presentó en el Museo del Chopo hace unos meses en él intercambio con artistas de Québec.

La inauguración, con la espléndida salsa que tocan en esa cantina y el generoso brindis que dieron, acabó en tremendo bailongo que se prolongó hasta la media noche. Y aunque los clientes habituales y los visitantes a la exposición que se les paraban enfrente tratando de ver la obra, de repente se veían incómodos; el ambiente fue muy ameno, el artista milagrosamente vendió y la cantina sin duda adquirió nuevos clientes.

Por otro lado quería comentar la gran cantidad de restaurantes en los que actualmente se expone obra. Esto se ha puesto tan de moda que posiblemente se conviertan en un fenómeno equiparable al ambulantaje en algunos aspectos. Además evidencia que hoy la corriente artística es tan fuerte y hay tantos productores, que su caudal se ha desbordado de los centros de distribución tradicionales.

Por lo pronto, en lo que alguien realiza un estudio sobré los restaurantes/galerías y su relación con los cajueleros, los beneficios y/o problemas que representan para los artistas y los restauranteros y los diversos grados de relación conceptual de la obra que se presenta con el espacio y su público, yo me dedicaré a pensar en otros sitios a tomar por asalto, incluyendo salones de belleza, estadios y, por qué no, las otras redacciones.

Mónica Mayer